De la Guerra cognitiva Vol. III: El amor en tiempo de ‘Only Fans’
Imaginarios de pornografía, prostitutas y hologramas
Esta semana voy a compartirles un gusto personal íntimo. Una de mis artistas preferidas, Hania Rani. Esta presentación en vivo, como todas, son excepcionales. Se puede escuchar una maravillosa combinación de técnica clásica, sonidos analógicos y sonidos digitales. La armonía del sintetizador y el pianoforte, acaso ¿música transhumanista? Enamora oídos, mentes y almas. Lo hago a propósito, quiero que se note las diferencia: entre lo íntimo, la belleza, lo erótico y lo sexual. Hania Rani - Full Performance (Live on KEXP)
Only Fans es el primer momento de una tendencia a desasir el deseo de toda referencia a lo humano, lo mortal, lo carnal. Consigue, en cierto modo, el imperio total del “fantasma”: habla de la sexualidad en épocas de guerra cognitiva.
Pero para entendernos, empecemos por acá (Spoiler de un texto de 80 años):
En 1940, se publica en Argentina la novela La Invención de Morel. Leemos en ella que un “Fugitivo” (así conocemos al protagonista) venezolano –exiliado, se comprende, por causas políticas– arriba a una isla donde se suceden extraños eventos. El “verano se adelantó”, y aparece un repentino contingente de turistas. Urgido por el miedo a ser capturado por enviados del gobierno, el fugitivo se esconde en los bajos pantanosos de la isla y detalla, en su diario, para nosotros, sus observaciones.
Los turistas que aparecen, la explicación del verano apresurado: todo lo que se observa en la isla es un “holograma” (palabra imposible en la novela, concebida ocho años después de la publicación), producto de una máquina letal inventada por el científico Morel, uno de los asistentes al retiro en la isla. Morel creó un aparato –ecológico, movido por luz y agua– capaz de filmar “el alma” de las personas y sucesos de una semana en la isla y reproducirlos ad eternum tal como ocurrieron. ¿El precio de la eternidad? La muerte de los seres de carne y hueso. El fugitivo asiste, desapercibido, a esas proyecciones fantasmagóricas, a las veladas, diálogos, amoríos de los turistas, y antes de develar el mecanismo maquínico, se descubre enamorado de una de las visitantes: Faustine –sería mejor decir, el fantasma de Faustine–, a quien persigue y con quien intenta, obviamente sin frutos, interactuar.
El fugitivo, enterado de los secretos del mecanismo de la máquina, se introduce a sí mismo, como holograma, en la grabación proyectada: perder la vida por una cercanía aparente con Faustine. El fugitivo gana una eternidad colindante a la persona amada. Pero Faustine no lo conoció: si concurriéramos hoy a la isla, aún los veríamos juntos, quizá creyéramos que viven en el amor, si no supiéramos que cada uno transita su propio, contiguo e incomunicado día perpetuo.
Muriendo pausadamente por los rayos de la grabadora de Morel, en camino su alma hacia esa eternidad de la imagen, del fantasma, el fugitivo deja rastros de una esperanza. Escribe a quien invente una máquina capaz de reunir realmente a las presencias disgregadas: “Búsquenos a Faustine y a mí, hágame entrar en el cielo de la conciencia de Faustine. Será un acto piadoso.”
El consumidor de Only Fans es, en cierto modo, un Fugitivo en una ocasión contemporánea, un amante de fantasmas, a las puertas de la “artificialidad”. Pero partamos del comienzo.
¿Qué es OnlyFans? El reino del Holograma
OnlyFans es una plataforma de contenido online por suscripción que, con el tiempo, se ha vuelto una de las mayores usinas de producción de pornografía en la actualidad. En ella, casi el 99% del contenido erótico está dedicado a registrar el cuerpo femenino para un consumidor mayoritariamente masculino de entre 25 y 44 años. La forma de financiamiento de los contenidos de la plataforma se da por suscripciones mensuales, pay per view y propinas. Desde el 2021, la plataforma ofrece el soporte para streams, con posibilidad de interacción en vivo para los más de 220 millones de usuarios registrados. A la fecha, Onlyfans captura el 12% del total de tráfico en plataformas digitales.
Vale la pena señalar que originalmente OnlyFans tenía otro objetivo: conectar verdaderos fans con sus artistas preferidos permitiéndoles acceder a contenido exclusivo, charlas, videoconferencias, etc. Sin embargo, con el transcurrir de los años, un contenido destacaba por sobre el resto: el sexual. Hacia 2018, Leonid Radvinsky, un joven empresario de origen ucraniano apostó por profundizar el negocio del contenido sexual. Radvinksy venía de transformar la pornografía con el novedoso sitio MyFreeCams, y su apuesta por OnlyFans lo constituyó en la mayor madama de nuestros tiempos. Curiosa vuelta de rosca del patriarcado, para quienes identifican esta plataforma como un mecanismo de emancipación femenina.
En esto quiero dejar las cosas claras y por su nombre: las chicas de onlyfans son trabajadoras sexuales. Ofrecen actividad sexual a cambio de dinero. Prostitutas.
De ninguna manera esto significa una denostación a lxs trabajadorxs sexuales. Todo lo contrario, quienes niegan serlo en Only Fans, están siendo engañadxs.
En un torcimiento bastante peculiar de las categorías –que por momentos se asemeja a un desvergonzado lavado de cara–, las “creadoras de contenido” o “camgirls”, como se las conoce, sin reminiscencias prostibularias o pornográficas, son reclutadas por la promesa de ingresos abultados sin demasiadas complicaciones. El andamiaje de la plataforma pretende lograr esa inmediatez de relación entre la productora individual y el consumidor singular que logran otros servicios como Uber o Rappi.
La estructura, a veces, se complejiza. Además de las chicas que suben contenido, puede haber administradores del material, lo que en redes se conoce graciosamente como “gordo tucumano”: hombres que interactúan con personas encubiertos detrás de la imagen de una mujer. Si imaginamos un ejemplo, surge algo ciertamente grotesco: Hay un ejército de Danielle Steels mal pagos vendiendo fantasía a chabones de 40 años que creen que chatean con una modelo pelirroja de 21 años.
Ampliemos.
Han emergido grandes productores, dueños de agencias de “creadoras de contenido” que ejercen un patronazgo leonino sobre las actrices. Casos como el de Sergio Fuentes, manager de actrices español, hoy investigado por proxenetismo: cobraba entre el 30% y el 50% de la facturación de “sus chicas”. Al lado de los “neo-proxenetas”, también prospera un ecosistema de asesores y cursos online que se alimenta de las migajas de la industria. Sujetos como Luciano Mastrocola, asesor de actrices y creador de cursos con herramientas para iniciarse “con éxito” en Onlyfans.
Las actrices afiliadas a la plataforma participan de una lógica de “modelaje” a cambio de dinero ganado con relativa facilidad a los espectadores, muchas veces con intermediación de numerosas personas que filman, responden comentarios, reaccionan, o que incluso “dirigen” a las actrices: lo que antes se llamaba cafishio. Acá voy arribando a un punto, porque me interesa más percibir qué es lo que ocurre con el espectador: esas “mediaciones”, por así decir, inician un alejamiento entre la persona de la actriz y la del espectador. Un alejamiento llamémoslo “humano” que luego se hace más intenso, más fantasmagórico, más cognitivo.
Se trata, finalmente, con hologramas.
Consumir pornografía en OnlyFans es frecuentar a una fantasía recrudecida, más personal, más cercana. Esta es la verdadera novedad respecto a la pornografía tradicional. Precisamente, la pregunta que cabe hacernos es, ¿por qué se paga masivamente por contenidos pornográficos cuando abunda en internet la pornografía gratuita? Porque el amor por esas fantasías es cada vez más exacto, más meticuloso: el fantasma es cada vez más personalizable, se parece más exactamente a lo que buscamos.
Muchas veces, se trata de “relaciones” que se construyen durante años. Esto explica el enorme éxito que han tenido las actrices de Disney que se han dedicado a la pornografía en Onlyfans. Esa fascinación con el holograma, esa distancia que llamamos humana, es el primer paso en la dirección hacia el reemplazo de la mujer de carne y hueso.
La intensificación cognitiva de la relación sexual que establece Onlyfans prepara a las conciencias para el gran salto que promete la inteligencia artificial: los modelos femeninos 3D diseñados ajustables a las fantasías más modulares. Lo que equivaldría a una especie de certificado de defunción de la mujer “real” (tomando el término con las pinzas a que nos obliga desde siempre el psicoanálisis). El holograma de Faustine desplaza a Faustine. ¡Hacía allí vamos!
La ‘pornificación de la vida’ que tratamos en el volumen anterior resulta en la omnipotencia de la imagen y del placer inmediato: lo que equivale o bien a la extinción del deseo (lo satisfacemos) o a la alarmante expansión de su demanda (ya nada me satisface, quiero más). Esa es la lógica detrás de los videojuegos, las historias de instagram, los reels de Tiktok, los videos pornográficos: el scrolleo general de la vida, que nunca satisface porque satisface todo el tiempo. La necesidad de estímulos más intensos que percibe el serial killer en su racha asesina la comprende el niño no-patológico en el andarivel infinito del juego y el scrolling.
Nuevamente, la promesa de la “mujer artificial”, de las Faustines, como calcada en el irisado papel de nuestras fantasías interiores, es otra avanzada contra el “disgusto” y la “frustración” en un ámbito de la vida donde la seducción hasta hace poco se había ocupado de cubrir, provocar, maquillar o mostrar lo desagradable y la frustración del otro (o la propia), lo que siempre aumenta el deseo, el ansia, el amor. El objetivo de la ‘pornificación de la vida’ es que el objeto de deseo matchee lo que entendemos por la demanda de nuestro deseo siempre y cada vez, como una pieza de rompecabezas a su casillero. Lleva la sexualidad a la gravedad de la guerra cognitiva.
No sólo promete esto un terreno enorme para la insatisfacción, sino que descompone una inclinación eminentemente humana, un último reducto de comunidad humana. La frágil llama de piloto del vínculo entre personas, el núcleo último irreductible asociación: dos manos humanas que se entrelazan, dos sujetos mortales que se observan, que se aceptan, y así, desean.
Siempre han existido fantasmas, imágenes que desplazaban lo “real” en la dialéctica amatoria. Decir esto es ya no descubrir nada. Pero ha existido desde siempre, en simultáneo, un impulso hacia la vida intersubjetiva, lo “comunitario”, que enlazaba algo que podríamos llamar, sin miedo a equivocarnos, lo inconfundiblemente “humano”. Se trata, a fin de cuentas, no de la apetencia de Faustine, de su holograma, sino de la apetencia de su cielo, de su conciencia, el deseo de ser amado por otro Ser destinado a perecer, a morir.
Defender ese cielo es, hoy por hoy, estar ocupando una trinchera.