
En las últimas décadas se ha instalado de forma generalizada en foros y organizaciones internacionales que el camino hacia el desarrollo es por medio de la transformación de los países hacia lo que se ha denominado como economías del conocimiento.
¿Qué es una economía del conocimiento? Dicho concepto, en realidad, abarca una amplia gama de nociones e ideas que hasta parecen superponerse. Su principal raíz se encuentra en la idea de “capital humano”, trabajada desde mediados del siglo XX, por economistas e intelectuales tales como Peter Drucker, Theodore Schultz y/o Gary Becker. Básicamente, la idea es crear economías en base al conocimiento, favoreciendo el desarrollo del capital humano.
Fue por primera vez introducido por Dominique Foray y Bengt-Åke Lundvall, en un taller de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) aludiendo específicamente a lo que Abramowitz y David, categorizan como "conocimiento codificado". Este tipo de conocimiento es aquel que puede descontextualizarse y por lo tanto ser comercializado en el mercado. Esta característica posiciona a la inversión en ciencia y tecnología en la centralidad del "nuevo" paradigma del desarrollo haciendo a la producción de conocimiento una característica estructural de las economías modernas.
Ahora bien, “la economía de conocimiento” es un discurso impulsado por distintos actores internacionales (OCDE, Foro Económico Mundial, etc.) con el fin de moldear la orientación de las políticas públicas nacionales. Esta idea, no es simplemente un modelo de economía política, sino más bien, un objetivo político impulsado como “deseable” asociándolo al desarrollo socioeconómico.
No es ninguna novedad que la ciencia, la tecnología y la educación son elementos fundamentales para el desarrollo económico. Difícilmente pueda afirmarse que alguna economía, profesión u oficio funcione sin algún tipo de conocimiento. El cazador-recolector del paleolítico, el campesino de la edad media o el comediante televisivo, han dominado más de una técnica o un know-how que les permite realizar su trabajo. Desde la lanza de madera, hasta el conocimiento del arado o incluso la selección de palabras para un chiste, son todos conocimientos específicos para realizar una tarea. Es evidente que todas las sociedades y las economías funcionan en base a individuos que adquieren y utilizan conocimientos específicos.
A pesar de los incrementales cambios teóricos que presentan los postulados de estas nuevas teorías del desarrollo, persisten igualmente los dilemas tradicionales de aquellos debates que giran en torno al desarrollo económico desde el siglo XIX. El principal problema yace en que la incorporación del "conocimiento" en las nuevas fórmulas de políticas lo hacen de tal manera que no lugar superar mecanismos persistentes de asimetría de la economía internacional, gracias a una suerte de disociación entre el conocimiento, la producción científica, la base industrial y el ser humano.
Es síntesis, la tendencia general ha sido la de poner el foco en percibir el futuro y la era postindustrial basada en el "conocimiento" como el principal factor productivo. Se insiste sobre la transformación hacia la cuarta fase de la revolución o la “Revolución Industrial 4.0, cuando difícilmente se han transitado la totalidad del sendero. En los atajos están las trampas, en el camino corto está el lobo.
El conocimiento en perspectiva

En 1962, Michael Polanyi, describió lo que identificaba como "conocimiento tácito" a todo aquel conocimiento que una persona posee como producto de la experiencia o bajo la forma de una habilidad para hacer determinada cosa sin poder articularlo verbalmente. Cómo crítica y aporte a los positivistas, Polanyi argumenta que existe un tipo de conocimiento que inconmensurable y que dicho conocimiento es de difícil transferencia. Diferenciándose del conocimiento explícito, que es aquel basado en datos conmensurables, el conocimiento tácito es uno que se puede adquirir, pero depende no solamente de quien lo transfiere sino de quien lo intenta aprender. Tocar un instrumento musical, hablar un idioma o incluso andar en bicicleta son todos conocimientos que uno posee, pero que solo la experiencia propia permite adquirir; la única forma de aprender es haciendo.
En este sentido, se puede dividir el conocimiento en dos grandes tipos: el tácito y el explícito. Entonces, al referirnos a sociedades y economías de "conocimiento" cabe preguntarse: ¿Qué tipo de conocimiento?
La respuesta es sencilla, el conocimiento que sea necesario para generar rentabilidad económica. A primera vista este razonamiento hace sentido; una vez que llega a la frontera de productividad de forma “natural”, es necesario encontrar nuevas formas de innovación y de reducción de costos para mejorar las ganancias.
Esta primera aproximación forma parte del discurso oficial de los actores internacionales que han impulsado esta mirada. El tema es que lo que la propuesta esconde son los tradicionales mecanismos de división internacional del trabajo, la teoría de las ventajas comparativas y las nuevas formas de apropiación material de lo que se ha denominado como “capital” humano. Se hay capital, pues entonces, hay mercantilización.
Y si, hay que atreverse a decirlo, también hay explotación. Si en una economía capitalista, hay trabajadores, quienes son entonces “los obreros” de la economía de conocimiento: los científicos, los técnicos y hasta los ingenieros. ¿Qué paso con los anteriores? Fueron reemplazados por maquinas.
Una de las grandes paradojas de la innovación, la creación y la invención radica en que las mismas implican siempre una relación con lo que se desconoce, que aun no existe, y puede resultar un obstáculo, pero que la satisfactoria resolución del mismo que depende siempre del conocimiento que sí se posee. En este sentido, y extrañamente, los elementos centrales de economías basadas en el conocimiento que se fundamentan en el desarrollo tecnológico y la innovación, dependen en gran medida de la capacidad de actuar en el mundo del “no-conocimiento”, de la incertidumbre y del riesgo.
La creatividad, muy vinculada a la imaginación, es la capacidad de concebir algo original o inusual de forma intelectual. Innovar es la aplicación de algo novedoso. Inventar es hallar o descubrir algo nuevo o no-conocido, y en muchos casos darle forma. Los tres conceptos si bien dependen del conocimiento, no solamente se fundamentan de forma exclusiva en él. Todo proceso científico depende en gran medida de la creatividad y capacidad de tomar riesgos, que son atributos paralelos o precedentes de la actividad científica en términos estrictos.
La gran mayoría de los descubrimientos ocurren cuando existe un enfrentamiento con lo desconocido. No se puede conocer algo que no existe ni tampoco se tiene experiencia en un proceso que aún no se ha implementado. Es decir, el conocimiento no es condición necesaria ni suficiente para innovar o inventar ni muchos menos crear. En este sentido, el desarrollo tecnológico y científico de la humanidad se ha apoyado en gran medida en la creatividad, en la imaginación y en la capacidad de asumir riesgos.
Albert Einstein, no solamente poseía un profundo conocimiento de la física mecánica newtoniana y su incompatibilidad con los postulados de la electromecánica, sino que debió realizar un proceso mental sobre aquello que se desconoce. Debió imaginar y utilizar su creatividad para formular su teoría de la relatividad. En perspectiva, el verdadero salto cualitativo ocurre gracias a la creatividad y la imaginación. También aplicable con el arquitecto cuando imagina un proyecto de obra o un publicista cuando busca la mejor forma de introducir un producto en el mercado.
Producir conocimiento implica apoyarse siempre en aquello que se conoce para transitar un proceso hacia lo que aún se presume o se trazan hipótesis, pero sobre lo cual no existen aún certezas.
Afrontar riesgos y tomar decisiones en un contexto de incertidumbre es intrínsecamente político. Asumir que el conocimiento es neutral, también lo es.
La Mercantilización del Conocimiento

La modernidad encarnada en la Revolución Industrial, se caracteriza por la segmentación profesional del conocimiento. El modelo fordista, embebido del precepto de la división del trabajo, implica necesariamente la especialización y división del conocimiento en roles y/o profesiones. Rudimentariamente, la repetición de quien se encuentra en la línea de montaje desarrolla un know-how específico. Desde la economía política, la fábrica -como elemento social, económico y político-, antes que la locomotora, es el principal exponente de la Revolución Industrial.
La tecnificación de los dispositivos tecnológicos requiere el aprendizaje de capacidades específicas complejas. Esto no significa necesariamente, que en el pasado las cosas fueran más fáciles, sino que ha habido una expansión de los sistemas socioeconómicos y políticos a conocimientos. Probablemente, el cazador-recolector del paleolítico haya tenido un conjunto de habilidades mucho más complejas y amplias que muchas profesiones altamente remuneradas de la actualidad.
La economía mundial en el siglo XXI se encuentra vinculada al desarrollo tecnológico, dando lugar a dinámicas post-fordistas ancladas en las nuevas tecnologías de la comunicación, el crecimiento de especialistas y de mano de obra de "cuello blanco" y la versatilidad de distintos tipos de consumidores que trascienden los esquemas tradicionales de "clases sociales". La velocidad del cambio profesional se manifiesta en constantes transformaciones de las mismas y en la emergencia de nuevas formas de tecnificación y uso del conocimiento.
Las nuevas tecnologías requieren nuevos técnicos y especialistas: Diseñadores web, programadores, analistas de datos, especialistas en ciber-seguridad, licenciados en biotecnología, ingeniería genética, etc. Incluso los deportistas han ido atravesando transformaciones en cuánto a sus dietas, la tecnificación de sus entrenamientos y los especialistas que los rodean.
El reemplazo de ciertas tareas que, en algún momento, habrían realizado los seres humanos y poco a poco pasaron a ser desempeñadas por maquinas. La aparición de dichas maquinas ha sido producto y causa de la aparición de nuevos tipos de trabajos. Incluso, tal como lo demuestra un informe de McKensey & Co (2017), existen trabajos y profesiones que difícilmente sean reemplazadas por maquinas, incluso en los más altos desarrollos de inteligencia artificial.
No obstante, el conocimiento no necesariamente debe ser entendido como un nuevo factor de producción tal como las nociones de “capital” humano. Es en realidad, la constitución del conocimiento en una mercancía, a través de instrumentos jurídico-económicos tales como "patentes". Sin embargo, no todo tipo de conocimiento puede atravesar dicha transformación o requiere dicho proceso. Incluso, en muchos casos, el “no patentamiento” se muestra como la clave del éxito económico. Por ejemplo, Coca-Cola, nunca patentó su formula.
Es decir, la propiedad intelectual es uno de los principales mecanismos modernos para la protección de ideas, innovaciones y nuevas tecnologías otorgando valor económico a un conocimiento específico. Sin embargo, la importancia que ha conllevado el avance de las lógicas de la modernidad han marcado las dinámicas de poder contemporáneas.
Un reciente artículo publicado en “The Economist” (3 de octubre, 2020), resume perfectamente la problemática de la educación y el desarrollo: “Es mejor ser un mal alumno en un país rico, que un buen alumno en un país pobre.

No puede afirmarse que, a mayor desarrollo educativo individual, mayor crecimiento económico. La segmentación del conocimiento (re) posiciona el valor económico de cada individuo. La visión tradicional de puestos altamente remunerados del siglo XIX, tales como el abogado o el médico, se enfrentan al valor económico de las nuevas profesiones: programadores, economistas, asesores políticos, entre otros.
El operario de la máquina, quien posee un know-how específico, reemplaza la función de quien hacía el trabajo de la máquina, transformando las dinámicas del mercado laboral y la estratificación social. No todo conocimiento es remunerado acorde a su complejidad, y las decisiones que han llevado a gran éxito económico no siempre han estado vinculado a personas con altos niveles de estudio.
Dicha dinámica se torna aún más compleja cuando se incluyen en los análisis la dimensión internacional que, dada la fluidez existente gracias a los medios de comunicación modernos, se puede observar una mayor circulación de individuos entre distintos países. Esta distribución y transnacionalización de profesionales no siempre es equitativa, comúnmente se ha observado la atracción de perfiles educativos avanzados hacia centros económicos desarrollados. Cuando un país pierde científicos y otros tipos de profesionales de alto nivel educativo a gran escala se lo denomina fuga de cerebros, los países que son receptores a gran escala lo conceptualizan como ganancia de cerebros.
En pocas palabras, aunque los sistemas educativos sean eficientes, efectivos y de alta calidad si no existe espacios dónde los individuos puedan aplicar sus conocimientos, estos buscarán una mejor alternativa en otro lugar. El problema del semillero, es quien invierte y quien gana.
En definitiva, países con buenos sistemas educativos sin infraestructura industrial-científica-tecnológica generan individuos altamente calificados que no pueden aplicar el conocimiento específico en el que se formaron. El aumento de nivel educativo y de inversión en Ciencia y Tecnología, no necesariamente aumentan el poder de esas naciones.
Un ejemplo notable de ello, son los sistemas educativos que tienen la capacidad de producir grandes intelectuales y profesionales que triunfan en el extranjero. Si el sistema educativo de un país, en muchos casos gratuito -al menos hasta el nivel secundario en algunos casos y hasta el universitario en otros- genera profesionales que colaboran con el aparato productivo de otra nación, cabe preguntarse ¿Acaso un sistema financia la formación del capital humano y el otro goza del beneficio?
Vale decir, existen países con estructuras desarrolladas que permiten el alojamiento de quienes se dedican a la investigación científica-tecnológica. La fuga de cerebros muchas veces obedece a cuestiones políticas o guerras, que provocan exilios. Sin embargo y dejando de lado situaciones excepcionales, existen países que ofrecen mejores oportunidades dada la estructura existente para el ejercicio de la profesión científica o educativa.
Haz lo que digo, no lo que hago

¿En base a qué conocimiento es que las organizaciones internacionales tales como la OCDE construye sus recomendaciones en torno a las economías y sociedades de conocimiento? ¿Dichas recomendaciones provienen de cálculos objetivos y racionales y carecen de cualquier tipo ideología o tendencia política?
En este sentido, "el nuevo camino al desarrollo" se fundamenta en una visión teleológica de la realidad que no es otra cosa que un constructo conceptual basado en un aparato académico que observa relaciones causales entre diferentes fenómenos, generando un discurso económico-político que demarca tendencias deseables a seguir.
Es claro, que la relación entre el sistema educativo, el sistema económico, la infraestructura científica tecnológica y el gobierno juegan un papel fundamental en todo aquello relacionado a la generación de riqueza y el crecimiento económico. Sin embargo, los dilemas y debates modernos se encuentran anclados en viejos dilemas del pasado.
Es claro que los países de la OCDE con estructuras productivas avanzadas se verán notablemente beneficiados de aquellas mentes brillantes educadas en los países con menos capacidades.
Si se entiende que desde la raíz de la revolución industrial el conocimiento estuvo siempre inmiscuida en los procesos productivos, entonces el concepto de "economía de conocimiento" es un sinsentido, ya que el conocimiento en todas sus dimensiones se encontró siempre presente en las sociedades y las economías humanas. Toda actividad humana depende del conocimiento, y solo el conocimiento llevado a la práctica por medio de una estructura productiva puede producir crecimiento o desarrollo.
La producción de innovación científica-tecnológica depende en gran medida de la capacidad de asumir riesgos estratégicos y sostener una maquinaria que esté dispuesta a sobrellevar y transitar el camino de lo que se sabe y lo que no. La transformación de conocimiento en desarrollo económico y poder internacional, implican decisiones estructurales difíciles. No existe ceteris paribus, ni atajos ni formulas mágicas.
Un aforismo generalmente utilizado para remarcar la importancia del conocimiento proviene del latin Scientia potentia est, que significa "el conocimiento es poder". Ahora bien, ¿Qué es el conocimiento sin su forma de instrumentarlo? El conocimiento no es poder en sí mismo, sino que la forma en la que se utiliza, quién lo utiliza y cómo es lo que lo enviste de dicho poder. Las lógicas de funcionamiento del mundo moderno demuestran que quien tiene poder no es quien detenta el conocimiento sino quien instrumenta la utilización del conocimiento en su favor, sea un individuo, una empresa, una institución o un país.
El conocimiento se transforma en poder a partir de proyectos ambiciosos de desarrollo radicales o que dependen de una gran infraestructura industrial. Situaciones tales demandan proyectos compartidos entre diversos actores, tanto estatales como no estatales y una gran capacidad política de asumir riesgos.